Cambiando el mundo, una palabra a la vez.
- Andrea Chuquilla Carrera
- 1 dic 2016
- 3 Min. de lectura

Unos días visitando a mis padres, se volvieron unos meses de una gran experiencia. Había vuelto a casa sin estar segura del camino a seguir. Decidí hacer una pausa. Comenzar a estudiar, seguir con el trabajo y tratar de encontrarme como ser humano. Una cosa llevó a la otra, y terminé dando una clase de escritura creativa. Cuando recuerdo como inicio esta experiencia, me da ganas de reír. Aunque, por supuesto un par de lágrimas también aparecen de repente. Al comentarle a mis amigos, pareja y familia sobre el proyecto. No les pareció una buena idea. No podían imaginarse una clase en la que las personas pudieran crear resiliencia a través de la escritura. Les sonaba bastante absurdo. Comenzando por la falta de información que tenían sobre el tema. La resiliencia sonaba a una palabra inventada que nada tenía que ver con la realidad; sin embargo es fundamental para entender la gestión emocional. Así que armándome de valor, decidí iniciar esta aventura. Una búsqueda constante de herramientas para desarrollar en los estudiantes la capacidad de crear arte desde los traumas emocionales, el dolor y las situaciones limites; transformándose en seres humanos capaces de entenderse, aceptarse y aportarse. En teoría suena hermoso, pero en más de una ocasión, yo también llegue a pensar que no estaba funcionando. El rechazo que tenían los estudiantes a la lectura y la escritura era decepcionante.
Al inicio pensaban que era un castigo por mal comportamiento. Gran error de la enseñanza de antaño utilizar estas herramientas tan maravillosas como correctivos para malos comportamientos. Es increíble, pero somos los docentes los que ayudamos a nuestros estudiantes en el camino del conocimiento. Nosotros, no somos niñeros. Somos guías que debemos enseñar la utilidad en el diario vivir de nuestras clases. Nuestra obligación como docentes es establecer metas con nuestros estudiantes, logrando que ellos puedan encontrase en el camino del conocimiento. Honestamente, la enseñanza es algo más: totalmente diferente a dictar clase, hacer una pequeña consulta en el Internet de algún tema en general o repetir una y otra vez lo que aprendimos en la universidad. Yo creo que estamos para resolver dudas, ayudar a filtrar información y sobre todo aprender. Ya que cuando un profesional lo sabe todo es porque sencillamente dejo de aprender hace tiempo. Tenemos que volver a ser como niños y enamorarnos de nuestra verdadera vocación, la enseñanza. Solamente en ese momento podemos cambiar el mundo, porque sabemos que al cuestionarlo podemos verlo en sus colores verdaderos. Entendiendo los contrastes que existen. Y comenzando a darnos cuenta de la infinita gama de posibilidades en las que podemos trabajar.
Fue increíble, la manera en la que los estudiantes comenzaron a aprender. Al igual que una gran orquesta que entona una bella melodía. El proyecto se volvió una realidad.
Cabe recalcar que, la clase fue un esfuerzo conjunto con mi coach Isabel, un gran ser humano de noble corazón que ha sido capaz de encontrarse en un largo proceso de auto-conocimiento. Además, fue fundamental la instrucción que recibí durante la certificación de Executive Coach en UM, para que este curso naciera. Al implementarlo, voy a ser sincera era un grupo de cinco estudiantes. Afortunadamente, las cosas fueron cambiando con el tiempo. Nuestro reducido número comenzó a crecer. Cada clase era la oportunidad perfecta para que alguien comparta sueños, miedos e incluso historias que rondaban su cabeza.
No niego que ha sido un camino complicado, tendemos a escuchar mucho lo que los demás piensan. Ponemos tanto oído que, olvidamos nuestras propias metas. Creemos que los demás tienen razón siempre, cuando ven realidad cada persona se encuentra en un proceso de aprendizaje diferente.
Lo más importante es que, yo aprendí a entenderme, mientras compartía historias sobre miedos, alegrías, sorpresas e incluso amores. Por ello, fue mucho más fácil aceptarme de forma integra. Sin necesidad de ser lo que todos querían de mi. Algunas personas salieron de mi vida; porque en esta etapa de aprendizaje ya no podíamos aportarnos mutuamente. Me dolió mucho dejar la relación con mi pareja, pero nos dimos cuenta de que el amor es otra cosa. Y que antes de plantearnos algo más, era necesario estar seguros. Yo lo quiero mucho, pero ahora es el momento de quererme más a mi. Pasamos toda la vida luchando por los sueños de alguien más. Desde pequeños nos enseñan que la felicidad está en seguir los protocolos sociales. ¿Qué hacemos cuando nuestros sueños, son diferentes?. Mi respuesta es seguir arriesgándonos, conociéndonos y aprendiendo. Ya que, la vida es un conjunto de decisiones propias. La vida está llena de gente, momentos y situaciones que debemos enfrentar diariamente. Algunos nos sacaran sonrisas, otros lágrimas y algunos hasta nos darán igual. Sin embargo debemos aprender a gestionar nuestras emociones y crecer.
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